Permíteme, querido lector, hacerte una pequeña confesión: el periodismo es un mundo indudablemente apasionante, pero el nivel de interés de esta profesión rara vez concuerda con el nivel de los salarios. En mi caso, para poder contrarrestar esta pequeña deficiencia, durante muchos años me he dedicado a la enseñanza: trabajé de maestra, principalmente en escuelas. Y se ve que con el tiempo, a fuerza de costumbre, sin darme cuenta siquiera, he ido incorporando ciertos elementos de ese rol. Hasta tal punto lo llevo ya dentro mío que, en ocasiones, involuntariamente, dejo que esto se manifieste en mis entrevistas. Me olvido de las cámaras y de que estoy sentada frente a un presidente para sentir, una vez más, que estoy conversando con un alumno.
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