Juegos peligrosos

Publicado: 14 Apr 2015   |   Última actualización: 07 May 2015
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La mayor parte de los personajes que interpretó Mihalkov son, de una forma u otra, talentosos manipuladores. Esos que contestan con una pregunta, que tienen un buen chiste para cada ocasión, que saben hacerte sentir incómodo en cinco minutos dando vuelta a las cosas de tal forma que, incluso en el caso de tener toda la razón, terminas pidiéndoles disculpas. Y después de haber tratado con él, te vas sin haber recibido nada y, por alguna razón, con los bolsillos vacíos. Particularmente, siempre he tenido la sensación de que ésa es una característica que va más allá del guión: no son los personajes, es él. No se puede decir que ese es el interlocutor que uno hubiera soñado… y, sin embargo, ¡era Mihalkov! No podía perder la oportunidad de una entrevista con el mismísimo director de 'Ojos Negros'… Me puse a estudiarlo, a analizar sus polémicas declaraciones, a ver grabaciones de entrevistas que había dado. A medida que iba escuchándolo me iba cayendo mejor. Como que no puedes evitar simpatizar con él, creerle. En algún momento, incluso, lo sentí cercano: me identifiqué con sus opiniones, fueron envolviéndome sus palabras. Fui a la entrevista con la convicción de que había llegado a entenderlo. ¡Pobre ingenua! Iba ligera como una mariposa a jugar con el fuego, a entrar en la boca del lobo. Era, efectivamente, una mirada de lobo la que me recibió, la que se detuvo a estudiarme detalladamente antes de empezar. Sus respuestas eran confusas, incompletas, se iban de tema a lugares impredecibles. Lo dejé con la sensación frustrante de no haber podido dirigir absolutamente nada. En el camino a casa repetí una y mil veces cada una de las preguntas, tratando de entender qué es lo que no había tomado en cuenta, cuál era el motivo de esa pérdida de control. Pasé horas, no exagero, sin poder desconectarme del tema. ¡Y de pronto lo entendí: pero si era ése precisamente su objetivo! La atención es la más dulce, la más codiciada de las ofrendas. Es, en casos, adictiva. Y los manipuladores saben cómo hacer para que uno mismo se las entregue sin tener siquiera la necesidad de pedirla. ¡Ésa era la respuesta! No es que no me hubiera entendido. Había visto enseguida hacia dónde iba, pero no quiso seguirme, se opuso a mis intenciones adrede. De otra forma no me hubiera quedado con ganas de continuar pensando en el tema, hubiera sido fácil. No quiero decir con esto que fui parte de un plan macabro de Nikita. Simplemente es en él una costumbre, una capacidad que ya forma parte de su conducta. Sabe cómo hacerlo y lo hace. Naturalmente, sin ningún esfuerzo. Los manipuladores no necesitan llamar para que uno vaya. Son tremendamente atractivos: con los años han aprendido a regular su voz, sus miradas. Han desarrollado una increíble sensibilidad para palpar los lugares débiles de cada uno y saben exactamente qué hacer para causar placer, para causar dolor. Son inaprensibles y es imposible atraparlos: ellos, mejor que nadie, conocen la forma de esquivar las trampas que ellos mismos usan cuando están 'de cacería'. ¡Y esto no se aplica solamente a los gigantes cinematográficos! Si te fijas con atención, puedo asegurarte que a tu alrededor verás a uno de esos astutos cazadores. Ten cuidado, querido lector, mantente en guardia mientras estás a tiempo de salvarte: es muy fácil caer en sus fauces, pero es casi imposible salir con vida.



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