La otra cara

Publicado: 09 Jul 2015   |   Última actualización: 09 Jul 2015
Hace tiempo que esperábamos la oportunidad de entrevistar a Irina Cháschina, la campeona del mundo y de Europa de gimnasia artística. De hecho, ya habíamos quedado varias veces pero por una u otra razón no se daba. Esta vez cruzamos los dedos. Ania, una de las redactoras de nuestro equipo, se encargó de los preparativos. Ania admira muchísimo a esta gimnasta, así que estaba llena de entusiasmo. Preparó una investigación que contaba con los más pequeños detalles. Miró una y otra vez grabaciones de las actuaciones de Irina. Aguardó con ansiedad la oportunidad de conocerla en persona. Todos esperábamos un relato reivindicativo, cargado de ese espíritu romántico que tienen los luchadores que no se rinden hasta alcanzar sus sueños. Pero hete aquí que en lugar de una triunfadora me encontré con una niña frágil, perdida y algo asustada. Daba la sensación de que dudaba antes de sonreír y por unos instantes se planteaba si hacerlo o no. Insegura de sus emociones, sus ojos buscaban aprobación después de cada gesto. ¿Cómo pudo lograr vencer en un ámbito tan despiadado, siendo tan vulnerable? Entrenando día a día bajo la severidad de un ritmo que no le deja lugar ni a la debilidad, ni a la sensibilidad se logra cultivar a la perfección la fuerza de voluntad. Pero no queda espacio para aprender los elementos básicos que hacen a la comunicación con el otro. Y, lo más importante, no se desarrolla la habilidad de establecer contacto con uno mismo. Me di cuenta de que Irina, que logró alcanzar la capacidad de controlar su cuerpo con la más fina excelencia, no sabía cómo manejarse con su alma. Se sentía extranjera en su propio mundo interno, donde reinan las sensaciones, las emociones, el deseo. Supongo que después de años en cautiverio, la libertad se vuelve incómoda. Después de esta entrevista llegué a una conclusión: para el ser humano es fundamental desarrollarse, pero más importante es aprender a ser libre.


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