Mozart, jeans y Coca Cola

Publicado: 20 Apr 2015   |   Última actualización: 07 May 2015
Video relacionado:

Tenía que haber una muy buena razón para que tuviéramos una entrevista un sábado; después de cinco días de grabaciones uno llega al fin de semana casi gateando… Y sí, efectivamente, una figura de la envergadura de Denís Matsúyev, directamente desde el grandioso conservatorio de Chaikovski… No podíamos dejar pasar semejante oportunidad. Un virtuoso del piano, uno de los mayores talentos de nuestra época, una figura de fama indiscutible… Todo mi espíritu estaba dispuesto para el deleite incomparable de alzarse al mundo etéreo de lo sublime. Mis ensueños y expectativas se derrumbaron de un sólo golpe cuando me lo presentaron. Fue como un balde de agua fría. Gordito y jovial, vestido con un suéter anaranjado, estaba conversando con nuestra productora en tono trivial. Intercambiamos un par de palabras que sólo corroboraron mi primera impresión. Harto de darle entrevistas a los medios, no le interesaba saber ni quiénes éramos ni de qué queríamos conversar con él; le daba igual, siempre y cuando no tardáramos mucho. Me aparté de él con una sonrisa y salí a fumar: mientras los camarógrafos terminaban de arreglar la iluminación aún tenía unos minutos. Desilusionada, comencé a preguntarme si mi plan para la entrevista era adecuado. ¿A lo mejor mi enfoque era demasiado lírico y se vería fuera de lugar frente a un interlocutor tan pragmático? En un momento incluso llegué a temer que mis planteos se vieran ridículos… Aunque, por otro lado, quien le dedica su vida al divino arte de la música no puede carecer de profundidad… “Ya está. Que sea lo que sea”, me dije. Apagué el cigarrillo, respiré hondo y volví a la sala. Tomamos asiento. No pude dejar de notar en su expresión un tinte de ironía acompañada de cierto disgusto, ese estado de ánimo que uno tiene cuando hay que ir a hacer un trámite al banco: “yo no quisiera estar en este momento acá, y tú tendrías mucho gusto en que no estuviera, pero ya que tenemos que hacerlo, terminemos cuanto antes”. Se sabe —él mismo lo ha dicho muchas veces— que, a diferencia de la mayoría de los músicos profesionales, Denís prácticamente no ensaya. Hablando sobre este tema, me dijo que él no cree que se pueda estar compenetrado en la música más de un par de horas, que después de eso la práctica pasa a ser un mero acto mecánico y que, en su opinión, en ese caso pierde el sentido. Ahora bien, perdóname, querido lector, mi ignorancia en la materia, puede que esté equivocada, pero ¿acaso no es necesario contar con la aptitud de que los dedos manejen las teclas involuntariamente para ser un pianista profesional? ¿Cómo es posible estar consciente de cada nota en el transcurso de todo el concierto? Se lo pregunté, no por poner en duda su afirmación, sino más bien con el fin de satisfacer esta inquietud. Creo que solo en ese momento Denís se dio cuenta de que yo realmente estaba escuchando lo que él me decía. Como por arte de magia su mirada se encendió y así comenzó una conversación apasionante. Cargada de sentido, compleja, sincera, impetuosa. La entonación de su discurso perdió completamente la monotonía que hasta ese momento la caracterizaba y adoptó un ritmo con subidas y bajadas. Su expresión se convirtió en un efluvio abrupto de palabras y gestos. Supongo que conversar se vuelve mucho más interesante cuando uno siente que el mensaje tiene un destino a dónde llegar… Cuando nos despedíamos, Matsúyev entusiasmado nos dijo: “honestamente, no me esperaba algo así”. Para mí fue un gran cumplido, pero —tengo que reconocerlo— en realidad no creo haberlo merecido: las preguntas no tenían nada de extraordinario. Lo que para él fue insólito, evidentemente, fue el mismo diálogo. Regresé a casa sin poder dejar de sonreír. Y no fue por la pequeña victoria que había tenido lugar en el conservatorio, sino que por la moraleja que saqué de toda esta historia: el mundo a nuestro alrededor no es ni tan insípido, ni tan indiferente, ni tan agresivo como puede parecer. El truco está en darle la oportunidad de mostrarse como es en realidad.



Comentarios