¿Será que en la unión está la respuesta?

Publicado: 09 Jul 2015   |   Última actualización: 13 Jul 2015
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Hace unos días tuve la gran oportunidad de conversar con el expresidente de la República del Uruguay, Tabaré Vázquez. Como periodista uno siempre trata de dejarle lugar a la objetividad pero —es inevitable— va a las entrevistas ya con cierta predisposición. Ojo, ¿eh? Me ha pasado de encontrarme con situaciones en las que en el transcurso de la conversación con el invitado cambié por completo el concepto que tenía antes de hablar con él. Considero que es fundamental siempre dejarle ese derecho al invitado, sea quien sea. Ahora bien, en una gran parte de los casos la opinión final sobre el entrevistado no difiere mucho de lo esperado. No es que yo sea conservadora o me base en prejuicios ideológicos. Lo que me hace formar una opinión sobre el entrevistado antes de conocerlo, basicamente, es lo que él hizo en su vida. En ese sentido sí podría decir que soy prejuiciosa. Preparándome para las entrevistas, he leído más de un proyecto político brillante, organizado y justificado, es más, expresado hasta con elegancia. Pero cuando después te fijas en las cifras… en el porcentaje de desempleo, de malnutrición infantil, de analfabetismo, de suicidios… Esas cifras son mucho más ilustrativas que cualquier discurso. Bueno, pues en el caso de Tabaré Vázquez las cifras hablaban de un político honrado, emprendedor y, en muchos casos, acertado. Así que era imposible que no fuera a encontrarme con él con una idea más o menos formada. Pero, a pesar de todo, me sorprendió. Y no porque me haya desilusionado en mis expectativas. Sino porque era diferente. Mucho de lo que dijo fue imprevisible, distinto, difícil de encasillar dentro de alguna concepción concreta. Todo indiscutiblemente interesante. Pero rescato, de entre todas, una respuesta que particularmente no me esperaba. La pregunta nos había surgido todavía en la redacción, cuando estábamos estudiando su biografía: ¿por qué, a pesar de haber terminado su mandato con una popularidad muy alta, cuando le plantearon la posibilidad de convocar un referéndum para modificar la Constitución que permitiese su reelección, él se negó a hacerlo? ¿No es normal, después de haber realizado toda una serie de cambios, querer continuar el camino trazado hasta solidificarlo? ¿Es que acaso creía que después de sólo cinco años ya no quedaba nada por hacer? ¿Estaba cansado de gobernar? No, la verdad es que no podíamos encontrar una respuesta, así que decidimos preguntárselo así directamente. Me contestó que Uruguay había alcanzado cierto estado de equilibrio y que plantear un cambio en la Constitución podría provocar una división en la sociedad y afectar a ese equilibrio. Y, principalmente, que no le parecía que valiera la pena el riesgo, ya que “lo que importa no es el político de turno, lo que importa es el proyecto”. Tanta es la confianza que tiene en el “proyecto”. Y en el equipo que lo esta llevando a cabo. Y es que, efectivamente, como él decia, su gobierno fue un trabajo de equipo. Hasta tal punto que llegaron a convertir las reuniones entre el presidente y todos los miembros de su gabinete semanales. ¡Con todos los obstáculos burocráticos que a veces hacen casi imposible reunirse con un solo ministro! ¡En este caso llegaron a reunirse todos y una vez por semana! ¡Eso sí es lo que yo llamo trabajo en grupo!, no en un consejo que se reúne una vez cada dos años y después se limita a escribir proyectos. Juntarse, estar al tanto de lo que pasa en todos los otros sectores, charlarlo, tomar decisiones en conjunto, revisarlas permanentemente, ajustarlas. En circunstancias así —estoy de acuerdo— la participación de una figura concreta no es imprescindible. El proyecto trasciende a la figura. Ya casi al final de la entrevista, Tabaré Vázquez planteó un tema interesante que tiene mucho que ver con lo dicho anteriormente. Él considera que el principal problema de América Latina no han sido las influencias externas de los “imperios de turno”, sino el hecho de que hasta ahora, Latinoamérica misma nunca había sido capaz de hacer su propio proyecto político. ¿Será que está ahí el secreto? ¿En tener un proyecto común, en conjunto? ¿Será que sólo esa unión puede dar la fuerza, la confianza y la esperanza necesarias para alcanzar un resultado de fondo, capaz de perdurar a pesar de los errores de los sistemas, las contrariedades de la historia y las inevitables debilidades del ser humano?


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