La luz de las estrellas

Publicado: 09 Jul 2015   |   Última actualización: 09 Apr 2016
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Hace unos días tuve el gran honor de conocer a una de las figuras legendarias del arte: nada más, ni nada menos que a Galina Vishnévskaya, la gran cantante de ópera. Fue un acontecimiento, un verdadero acontecimiento, no encuentro otra palabra para definirlo. Y es que con su sola presencia la atmósfera se llenó de una tensión inusual, el aire de repente se volvió luminoso, mágico. Si bien es intangible e inexplicable, esa energía es evidente y es imposible dejar de notarla, su existencia es indiscutible. Hoy, al recordarlo, me pregunto: ¿Qué es? ¿Qué hace que el espíritu del artista brille de esa manera? ¿De dónde viene la luz de las estrellas? La piel del verdadero artista es más fina y le condena a una especial sensibilidad para todo lo que le rodea. Esto le permite percibir aquello que a otros deja indiferentes. Le hace sufrir en carne propia toda la carga emocional de su época. Y, por sobre todas las cosas, le hace particularmente susceptible a la belleza, a lo auténtico, a lo eterno. Cada primavera, cada canción, cada lágrima que el artista encuentra en su camino, va dejando un cúmulo de sensaciones y sentimientos en su corazón. Cada fenómeno, cada suceso, cada manifestación de la vida en su infinita diversidad, va llenando su alma de corrientes eléctricas que con una fuerza feroz fluyen, se empujan, se golpean, se confunden y se fusionan hasta consumirse en la explosión de la expresión. Creo que precisamente esa necesidad de aliviarse, descargando aunque sea una bocanada de su acopio de impresiones, esa imperiosidad de transmitir, es la esencia del artista. Lo que le obliga a brillar. Y digo “obliga” porque quien resplandece no tiene derecho a elegir: incluso si lo quisiera, no puede apagar su fulgor. Es paradójico: la luz que generan las estrellas es un don divino y, al mismo tiempo, un castigo. La gente se siente atraída hacia esta luz porque la necesita, pero la prefiere a distancia. El espíritu del artista está condenado a ser adorado y, al mismo tiempo, rechazado por la sociedad. Y, sensible a todo, cercano a todos, el artista se queda solo, aislado de los demás. Mas su angustia no es desesperante. Aún en su soledad, aquel que goza de la virtud de percibir lo eterno, está en permanente conexión con el sublime esplendor del Universo. ¿Has notado alguna vez, querido lector, que los verdaderos artistas, al hablar, con frecuencia elevan la mirada hacia el firmamento? ¿Será que, sin darse cuenta siquiera, se sienten atraídos por ese ámbito al que pertenecen? ¿Será que en los cielos se sienten más cómodos que en una tierra que no siempre los comprende?


Comentarios

  • Elena Rostova
    09.04.2016
    Después de lo que he visto, creo que esa luz viene, esencialmente, de quien tiene algo que decir: una idea, un concepto de algo eterno que, por alguna razón ha captado y necesita retransmitir, un gran amor por algo o alquien... Quien está "cargado" de la energía que generan fórmulas universales o acontecimientos significamentes o le ha dado a luz a su propio ente, necesitan retransmitir esa energia, eso hace que sean luminosos.