Cuando ya está todo dicho y hecho…

Publicado: 09 Jul 2015   |   Última actualización: 09 Jul 2015
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Que los políticos mienten es una verdad reconocida universalmente desde que el mundo es mundo. Casi podría decirse que esa es una premisa que aceptamos junto con la leche materna. Es más, no es que mientan “así como así”, hay todo un mecanismo para respaldarlos. Toda una tecnología. De hecho, este sistema ha alcanzado tal grado de sofisticación que en determinado momento la humanidad ha dejado de plantearse la posibilidad de escuchar alguna verdad en el discurso político. Una cosa es lo que dicen y otra, muy distinta, es lo que pasa en realidad. Y para saber “lo que pasa en realidad” hay que ser uno de los jugadores. Y resulta que un buen día me dicen que yo, que no soy ni política, ni jugadora, ni nada por el estilo, que soy simplemente yo, voy a hacerle una entrevista, nada más y nada menos que a un presidente, el presidente de Ecuador. Y, bueno, lo que se hace en esas situaciones, no es ningún secreto, nada del otro mundo: se hace una serie de preguntas moderadamente inteligentes y apropiadas, y se le deja al entrevistado la posibilidad de decir lo que tenga para decir. Pero es que no le veo sentido a esas situaciones, no me gusta ser de plástico y, francamente, no me sale. Y gracias a dios, a mi redactora el plástico tampoco le gusta. Así que me senté a pensar qué es lo que realmente me quisiera saber de él. Leí algo sobre sus trabajos académicos, busqué algunas imágenes como para entrar en contacto. Y las preguntas surgieron solas. Sólo en ese momento reaccioné, entendí que me esperaba la oportunidad de charlar con una de las figuras que hacen nuestra historia, y pedirle que me cuente, a mí, que, como decía, no soy ni política ni nada, que soy simplemente yo, qué esta pasando, qué quieren hacer y cómo piensan hacerlo, por decirlo así. Esa posibilidad me llenó de entusiasmo, (y hasta tal punto que no tuve mejor idea que llamar a mi redactora por teléfono y contarle sobre mi nueva versión del cuestionario, una vez mas, le doy a dios las gracias que no sea de plástico, de otra forma no creo que hubiera tenido paciencia suficiente para aguantar mi “entusiasmo” durante media hora a las 2 de la madrugada). Y llego el momento de la entrevista. Por supuesto, no voy a decir que sus respuestas me parecieron “espontáneas”, y es que no había forma de que lo fueran, cuando se dan tantas entrevistas, cuando se está acostumbrado al discurso, es inevitable que las ideas estén bien estructuradas. Pero sí tuve la impresión de que eran sinceras. Dejemos la política de lado, ese es tema para otro artículo, lo que me planteo en este momento es el aspecto humano. Y desde ese punto puedo decir con total certeza que tuve la sensación de tener frente a mí a una persona que quiere hacer algo para que las cosas en su país estén mejor. Sin retórica, con una actitud que incluso llamaría pragmática. Que no subestima la complejidad de la situación en la que interviene, y, sin embargo, tiene el valor suficiente para tomar la responsabilidad de hacerse cargo. Sorprendentemente claro, simple, no sentí que estuviera motivado por ambiciones personales, buscando poder o gloria. Reaccionaba a lo que uno podría haber esperado que iba “a gustarle” con la misma racionalidad con la que reaccionaba a las preguntas desagradables. Resulta difícil de creer, pero mi impresión es que al responder, se guiaba principalmente por su sentido de la imparcialidad, incluso diría, de la justicia. Para mí, personalmente, el haber tenido la oportunidad de entrevistar a Rafael Correa fue simplemente fortificante, me nutrió de esa sensación de seguridad que dan las palabras cuando están respaldadas por la realidad.



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