La última vez que estuve en Buenos Aires, cuando Macri recién asumía el poder, me llamaron la atención distintos aspectos puntuales que me parecieron “sintomáticos”, reflejos del cambio de dirección que adoptaba el país. Y me llamó mucho la atención su figura, la imagen que eligió para promocionarse, su discurso. Involuntariamente me vino a la cabeza la famosa canción de los Rolling Stones “Simpatía por el diablo” y sus palabras: “ ...permítame presentarme, soy un hombre de riqueza y buen gusto...”. Me detuve a ver una grabación en la que la conductora Mirtha Legrand invitó a Macri y a Chavez a disfrutar de uno de sus famosos almuerzos y de una conversación formalmente mundana.
Para nadie es un secreto que Chavez hablaba mucho. Dogmático? Puede ser, pero al mismo tiempo, siempre dispuesto a escuchar. Yo, personalmente, hablando con él, apesar de estar en niveles jerárquicos completamente distintos, de la diferencia de edad entre nosotros, lo sentí muy respetuoso, modesto. No sentí que él tuviera la respuesta en mano antes de que yo efectuara la pregunta, no, primero les prestaba la atención necesaria, sólo después contestaba. Creo que su abundancia verbal está más bien relacionada con el miedo a que no lo entiendan, a que lo juzguen por estereotipos, él no hablaba, él explicaba. Recuerdo que me dijo que creía que si tuviera la posibilidad de hablar con el pueblo norteamericano, de explicarles eso que ellos no tienen la posibilidad de ver, las cosas en ese país cambiarían, pero que también estaba seguro de que no le permitirían hacerlo, “le cerrarían la boca”, por miedo a que la gente sepa...
Mira esta grabación, y saca tus propias conclusiones, ¿a quién le crees?
Para nadie es un secreto que Chavez hablaba mucho. Dogmático? Puede ser, pero al mismo tiempo, siempre dispuesto a escuchar. Yo, personalmente, hablando con él, apesar de estar en niveles jerárquicos completamente distintos, de la diferencia de edad entre nosotros, lo sentí muy respetuoso, modesto. No sentí que él tuviera la respuesta en mano antes de que yo efectuara la pregunta, no, primero les prestaba la atención necesaria, sólo después contestaba. Creo que su abundancia verbal está más bien relacionada con el miedo a que no lo entiendan, a que lo juzguen por estereotipos, él no hablaba, él explicaba. Recuerdo que me dijo que creía que si tuviera la posibilidad de hablar con el pueblo norteamericano, de explicarles eso que ellos no tienen la posibilidad de ver, las cosas en ese país cambiarían, pero que también estaba seguro de que no le permitirían hacerlo, “le cerrarían la boca”, por miedo a que la gente sepa...
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